
Veruschka, magicuschka, dibujaschka…
Así me decía mi tío cada vez que llegaba del campo y me veía con mis lápices de colores más concentrada que científico con adenovirus.
Siempre pensé que el juego de palabras era pura ocurrencia suya. Hasta que hace apenas unos años me enteré a qué debía mi extraño apodo.
“Veruschka” fue una alemana, casi rusa, muy famosa en los 60.
Vera Gottliebe Anna Gräfin von Lehndorff-Steinort (menos mal que sabía de personal branding y se dejó Veruschka…) fue una de las primeras supermodelos de la historia. No era ninguna Sputnik (satélite) sino una estrella en todo el mundo.
Hija de condes, su padre fue ejecutado por intentar asesinar a Hitler (maldita puntería la del viejo…). Por eso, durante la Segunda Guerra Mundial, Veruschka padeció los campos de concentración, escapó de la Alemania nazi y se reinventó en Nueva York de la mano de la Agencia Ford.

Desfiló para célebres diseñadores como Tom Ford o Michael Kors. Fue incontables veces tapa de Vogue, Life o Harpers y protagonista de las campañas más exóticas. También fue musa de los fotógrafos más prestigiosos (y de Salvador Dalí) y hasta tuvo su minuto de gloria en una película de culto basada en un relato de Julio Cortázar.
Más allá del link de mi tío, no sé que puedo tener en común con Veruschka. Mmm. Dicen que era una “rara avis” y que rompía los estereotipos. Ahhh. Ponele.
¿Quién es la niña que patina frente al Kremlin?
Por aquellas latitudes, hay otra niña tan o más famosa que Veruschka. Es la ayudante del Santa Claus ruso y se llama Snegúrochka o “Doncella de la Nieve”. Una versión elfa empoderada.

La pareja siempre está junta cual Heidi con su abuelito. En realidad, y precisamente, la impronunciable es la nieta de Ded Moroz, “Abuelo del frío o de las Nieves”. Tiene una barba hasta la cintura (el abuelo…), sombrero y abrigo de piel hasta el suelo y una vara mágica que provoca heladas.
Por ser gélidos siberianos, ambos se visten en azul-celeste y blanco. No es un detalle menor. Son los colores del primer país que se trajo las 300.000 dosis como quien se trae 3 latas de Mamuschka de Bariló. Capaz nos da mejor suerte que a la Academia…

Hablando de rojo, otra diferencia con el Santa cocacolero es que esta pareja se pone regalona en Año Nuevo. No como Alberto y Cristina que reparten trabajo (bonele…), todo el año. Es que los rusos recién recuperaron la Navidad después de la caída de la Unión Soviética. La revolución bolchevique la había abolido y la gente la seguía celebrando en privado, igualito que las fiestas clandestinas de las quintas, pero con jarra loca de Smirnoff vodka y sin Fernet.
Todo evoluciona. Tanto, que Ded Moroz vivía en una casita rústica de madera y ahora tiene una residencia en una turística y muy cool (muy fría, obvio…) ciudad a 900 kms de Moscú. Y su transporte no es un trineo con renos sino una troika con caballos blancos. O sea, la misma «movilidad social» que cualquiera de los elfos-olfas que trajeron el Airbus con la Sputnik…

Como dato curioso, la “gracia” de la Navidad rusa la hace el abuelo y no la nieta. Ded Moroz toca la puerta con su vara e irrumpe en la cena familiar pidiendo a los niños que le canten o reciten un poema si quieren recibir su regalo. Como el Halloween yanqui pero con un viejo rompe… calabazas…
Otro ritual consiste en preparar platos especiales y dejarlos en el porche para que coma el Abuelo del Frío. De ahí copiamos lo de dejarle la vianda en la puerta a los Covid positivos. Dicen que en Rusia la tradición se fue perdiendo. Ojalá sea por la efectividad de la Sputnik Versuschka…
Feliz Navidad y un 2021 con SALUD!!!!!
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Fuentes consultadas además de Wikipedia:
https://smoda.elpais.com/moda/veruschka-la-modelo-que-cambio-las-normas-de-la-moda/